Mucho más que la llamada Human-Computer Interaction (HCI) o Computer-Human Interaction (CHI), es decir, la interacción persona-ordenador (IPO).

Desde la iniciativa Tecnología para la Vida, organizada por un equipo transversal coordinado por Samuel Arias, e impulsada y patrocinada por Fundación Tecnología Social, FUNTESO, liderada por uno de los padres (o el padre como muchos le conocen) de la Tecnología Social, Enrique Valera Couceiro, entendemos que existe una responsabilidad social tecnológica recogida en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenibles) y en diversos manifiestos o directrices que perciben el desarrollo de cualquier tecnología o suma de técnicas, habilidades, métodos y procesos utilizados en la producción de bienes o servicios e investigación científica, de una manera más amplia, en ocasiones abstracta o intrínseca del ser humano, en la que se deben redefinir conceptos más amplios propios de la ética tecnológica, como si se tratara de una versión social de las leyes de Isaac Asimov.
No tratamos de profundizar en el origen de la tecnología social, eso se lo dejamos al gran Enrique Valera y al llamado grupo de pioneros socio digitales, simplemente visibilizar aquellas empresas y profesionales que tratan de encontrar un sentido reactivo y proactivo a la tecnología para adecuarla a las necesidades reales del ser humano y al entorno que le rodea, a corto plazo, y de analizar las necesidades futuras a medio y largo plazo.
“Nos encontramos en una fase crítica de un nuevo paradigma tecnológico repleto de aprendizajes filiales”.
Al final se trata de, como indicábamos en el apartado Concepto de esta misma web, generar impronta socio tecnológica para poder evolucionar y responder a los estímulos que nos encontramos en esta fase crítica de un nuevo paradigma tecnológico repleto de aprendizajes filiales.